martes, 19 de julio de 2011

El chico de la última fila

Juan Mayorga ha escrito un texto audaz y brillante, comprensible a la par que complejo. Retoma de una manera muy particular la narrativa epistolar.Las cartas se transforman en redacciones que van hilando la trama argumental y a lo largo de la obra.. El chico de la última fila cuenta la historia de Claudio,un alumno tímido y solitario que sorprende de sobremanera a su profesor de literatura al redactar con desmesurada calidad literaria un ejercicio de clase en el que tenían que describir lo que habían hecho el fin de semana. Además para sorpresa de Germán, el profesor, Claudio explica lo que ocurre en la casa de otro compañero suyo de clase. Parece como si quisiera vampirizar la vida de los otros porque la suya no le gusta o ya no le interesa. La maraña se va enredadando y cada vez el alumno penetra más en la familia a la que visita para poder continuar con su relato del que su profesor ha quedado totalmente fascinado. Otro acierto del texto es comprobar como poco a pocOpciones de entradao la trama se va oscureciendo y el en principio juego de niño se va transformando en algo obsesivo. Se valora el esfuerzo de Mayorga por buscar la cuadratura del círculo sin embargo la resolución es un poco forzada y en los últimos embates la obra pierde ritmo.

La obra invierta el tópico de la admiración del discípulo-maestro. Es el profesor quien admira profundamente a Claudio ya éste posee lo que él nunca tuvo: el don de la escritura. Es un texto metaliterario que reflexiona sobre el propio proceso creador: la necesidad de la experiencia empírica para la escritura, la crítica a las distintas escuelas tradicionales o la importancia del punto de vista. En su disquisición literaria también reflexiona sobre la relación entre objeto sujeto;¿el arte imita a la vida o es la vida la que imita al arte, como proponía Oscar Wilde?

La dirección escénica también es muy acertada. Victor Velasco propone un escenario sobre el suelo construido con mesas de escuela en una lograda búsqueda de la esencialidad de las formas. La acción transcurre en cuatro escenarios que se van construyendo ad hoc sobre la tarima hecha de pupitres. Eso le da una gran agilidad a la obra y exige un gran trabajo de atención por parte del espectador. Las escenas se van solapando una tras y con el simple clic de una lámpara pasamos del despacho del profesor al balcón de la casa de la familia vampirizada. Es una obra que exige un gran esfuerzo actoral. Los actores tienen que responder a la ágil sucesión de escenas. Además deben de ocupar la totalidad del tiempo y pintar espacio escénico. A destacar el trabajo del joven Samuel Viyuela que interpreta a Claudio, que muestra una madurez y una solvencia escénica inusitada para sus 23 años. Habrá que seguirle la pista.
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Teatro de la cuarta pared. Hasta el 24 de julio.
Dirección: Víctor Velasco
Espacio escénico: Israel Muñoz y Víctor Velasco