miércoles, 21 de septiembre de 2011

INCREMENTUM

Incrementum es una feroz anatomía  de nuestra sociedad en la que el discurso marxista de la alienación laboral continúa en plena vigencia. El texto del genial George Perec es realmente brillante. Parte de un escueto planteamiento que cabe en 140 caracteres: unas oficinistas se plantean pedir un aumento de sueldo su jefe. Ante este axioma Perec despliega  una ecuación matemática en la que indaga las infinitas posibilidades que permite el azar. La acción entra en bucle frenético de repeticiones hilarantes en la que se  dibuja el perfil del absurdo. La acción es frenética a pesar de que no hay movimiento. Todo es un permanente flujo de conciencia senil. Es el eterno retorno de lo igual interpretado por un  Fernando Arrabal a pleno rendimiento de chinchón. El actor Sergio Peris-Mencheta dirige con acierto un lúcido montaje  con un elenco de actrices entregadas a la causa. Muy recomendable.
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Cabaret: carne y jolgorio para tiempos de crisis


El cabaret es una de las formas artísticas que mejor se amoldan a la posmodernidad: fragmentario, ecléctico y simultáneo. La prueba  de ello se encuentra en la buena salud  que actualmente  goza  este espectáculo de variedades. Hasta el pudoroso y recatado Circo del Sol dispone de Zumanity, su particular cabaret erótico en las Vegas. En España la oferta es variada: desde el  El plata, el cabaret concebido y dirigido por el cineasta Bigas Luna asentado en Zaragoza hasta el madrileño Cabaret Berlín donde cada semana la vedette Psicosis González desgrana purpurina y el desacato a partes iguales. La reciente reapertura de El Molino en Barcelona  viene a corroborar su salubridad. Además el cabaret es idóneo para las crisis -económicas o espirituales-, ya que propone un modelo redentor a través de la carne y de la risa.
El Price sigue apostando por este formato -ya lo hizo el año pasado con Pasión sin Puñales, un espectáculo conducido por Rosy de Palma-. Esta temporada apuestan por Crazy Love, un espectáculo dirigido por Olga Margallo y Antonio Muñoz de la Mesa. El lustroso coso del Price se viste de gala para consumar el sacrificio. La decoración dominada por el rojo burdeos es envolvente y sofisticada. Cuelgan del techo estructuras dalinianas, la pista central está rodeada de pequeñas mesas circulares donde poder tomar una copa. El hecho de que se pueda tomar una copa y escuchar a una orquesta de ocho músicos mientras se ve el espectáculo no es cuestión baladí. La virtud de las infraestructuras es a la vez su lastre ya que la esencia del cabaret  tiende a los pequeños tugurios, turbias atmósferas, paredes desconchadas y marineros despechados.
A pesar de ello el esfuerzo y los resultados son admirables. Psicosis Gonsáles ejerce de maestra de ceremonia junto a la experimentada Petra Martínez, de Uroc Teatro. La Psicosis es seguramente la que mejor encarna el espíritu caberetero: tiene sorna, astucia y  una afilada lengua que arranca las mayores carcajadas al público. Una de las perlas del cabaret es Kris Kermo, una leyenda viva del malabarismo. Técnicamente posee un control absoluto. Hace girar tres sombreros de copa, los lanza sobre un puro que sostiene en su boca para luego, tras tres botes sobre su frente, colocárselo en la cabeza sin despeinarse. Y esto es solo el principio… También hay acróbatas espectaculares, todos ellos gimnastas de primer nivel. La bailarina de burlesque, la perla negra, se encarga de la pirotecnia erotómana, que no deja de ser un tanto cándida. Le falta sombra  a la perla negra. Un número entrañable que rescata el Crazy Love que que está desapareciendo es el del lanzacuchillos. Toda la estética del número responde a su propio cliché. Coreografías impostadas, ropajes ochenteros…El lanzador luce coleta engominada, viste de riguroso negro, botín con tacón y cuchillo entre los dientes. Una rubia heroína  de rasgos nórdicos y curvas mediterráneas es la que osa a la muerte mientras gira y gira la ruleta de la diosa Fortuna.
Los números están bien encadenados, el ritmo no decae. Los conductores deparan una sorpresa final al estilo almodovariano. Con su moralina cabaretera incluida Que viva  el Horror Vacui. Que viva el Cabaret. 
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La ópera de los tres reales

La Opéra de los tres reales aúna todos los principios brechtianos de su teatro épico. Ahí radica su virtud y su lastre. El teatro épico, que poco tiene de épico en su acepción tradicional, es un heredero directo del marxismo historicista. Es un teatro subversivo cuya finalidad es la de agitar la conciencia del público. Utiliza la técnica del distanciamiento rompiendo  con los principios aristotélicos de unidad espacio temporal y con las técnicas naturalistas que promulgaba su coetáneo Stanislavsky. De la representación se pasa a la presentación de ideas: los personajes son arquetipos, interpelan al público, la escenografía es  fría y desnaturalizada buscando romper cualquier atismo ilusionista. La obra cuenta las aventuras y desventuras  de Mackie Navaja, un delincuente arrabalero y canalla que seduce a mujeres y público a partes iguales. La devastadora presencia escénica de Luis Tosar es uno de sus mayores alicientes.
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El castigo sin venganza, la eterna pugna del placer y el deber


En tiempos de Lope de Vega, (Madrid, 25 de noviembre de 1562- 27 de agosto de 1635) cuando algo respondía a la excelencia o la máxima calidad se acostumbraba a decir: “Es de Lope”. Esta muletilla ya nos sirve para calibrar la calidad de este dramaturgo madrileño que vivió y gozó la vida como pocos: intensos y sonados  fueron sus duelos literarios con Luis de Góngora, prolífica su obra, -escribió más de 3000 sonetos, 7 novelas, 9 poemas didácticos y varios centenares de novelas- además de una vida amorosa salvaje y licenciosa hasta la extenuación.
La compañía teatral Rakatá Teatro presenta El castigo sin venganza,  una de las últimas obras que concibió Lope. La trama ahonda en la eterna pugna entre el deber y el placer. Desatar las bridas de la concupiscencia o acatar la contención de la razón y  la mesura. También propone un dilema entre la libertad individual y el código moral que exige la  sociedad para ser aceptado en ella .
 La obra es una tragedia que cuenta la historia del Duque de Ferrara, un hombre de vida disoluta y entregada a los placeres mundanos- probablemente un trasunto del propio Lope- que se ve obligado a casarse con una joven aristócrata para acallar los comentarios y las críticas de sus vasallos que le exigen un hijo legítimo, ya que todos los que tiene son bastardos y no pueden heredar según las costumbres de la época. Entre ellos su favorito es Federico, que acabará prendado por su, ahora madrastra. Se suceden, como es típico del Siglo de Oro las historias paralelas,  enredos, retruécanos, hipérboles y demás excesos barrocos que bajo la pluma de Lope se hacen ligeros y atinados. Pese a sus cuatrocientos años de antigüedad la obra  sigue en plena vigencia.
 A pesar de que el teatro de Lope se basa fundamentalmente en el texto se echa en falta una escenografía y unas transiciones escénicas más elaboradas y una iluminación más ricas. La interpretación  es correcta, dada la complejidad que entraña el recitar en verso, donde el ritmo dramático tiene que correr parejo con el verso. No obstante el esfuerzo de los actores y el magistral texto hacen una de ello una obra entretenida y edificante que, como las buenas obras, genera más preguntas que respuestas.