miércoles, 21 de septiembre de 2011

El castigo sin venganza, la eterna pugna del placer y el deber


En tiempos de Lope de Vega, (Madrid, 25 de noviembre de 1562- 27 de agosto de 1635) cuando algo respondía a la excelencia o la máxima calidad se acostumbraba a decir: “Es de Lope”. Esta muletilla ya nos sirve para calibrar la calidad de este dramaturgo madrileño que vivió y gozó la vida como pocos: intensos y sonados  fueron sus duelos literarios con Luis de Góngora, prolífica su obra, -escribió más de 3000 sonetos, 7 novelas, 9 poemas didácticos y varios centenares de novelas- además de una vida amorosa salvaje y licenciosa hasta la extenuación.
La compañía teatral Rakatá Teatro presenta El castigo sin venganza,  una de las últimas obras que concibió Lope. La trama ahonda en la eterna pugna entre el deber y el placer. Desatar las bridas de la concupiscencia o acatar la contención de la razón y  la mesura. También propone un dilema entre la libertad individual y el código moral que exige la  sociedad para ser aceptado en ella .
 La obra es una tragedia que cuenta la historia del Duque de Ferrara, un hombre de vida disoluta y entregada a los placeres mundanos- probablemente un trasunto del propio Lope- que se ve obligado a casarse con una joven aristócrata para acallar los comentarios y las críticas de sus vasallos que le exigen un hijo legítimo, ya que todos los que tiene son bastardos y no pueden heredar según las costumbres de la época. Entre ellos su favorito es Federico, que acabará prendado por su, ahora madrastra. Se suceden, como es típico del Siglo de Oro las historias paralelas,  enredos, retruécanos, hipérboles y demás excesos barrocos que bajo la pluma de Lope se hacen ligeros y atinados. Pese a sus cuatrocientos años de antigüedad la obra  sigue en plena vigencia.
 A pesar de que el teatro de Lope se basa fundamentalmente en el texto se echa en falta una escenografía y unas transiciones escénicas más elaboradas y una iluminación más ricas. La interpretación  es correcta, dada la complejidad que entraña el recitar en verso, donde el ritmo dramático tiene que correr parejo con el verso. No obstante el esfuerzo de los actores y el magistral texto hacen una de ello una obra entretenida y edificante que, como las buenas obras, genera más preguntas que respuestas. 

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