La escena alternativa madrileña está en plena efervescencia. La acechante honda de David planea sobre el patio de butacas de los grandes teatros. La ecuación es simple: calidad y honestidad a precios muy razonables. Un buen ejemplo de ello es el Teatro Karpas que hace suya aquella frase del pintor malagueño que decía: “para poder transgredir debe uno antes conocer la tradición”. La casa de muñecas (1879), del noruego Henrik Ibsen, es una construcción de ingeniería dramática sin fisuras. Lleva a cabo uno de los primeros esbozos de la mujer actual, aquella que está dispuesta a abandonarlo todo en aras de alcanzar su realización personal y su libertad. Fue un verdadero escándalo en la época. Los ecos del último portazo de Nora todavía resuenan en los tímpanos de los maridos despechados. El texto tiene la grandeza de iniciar junto a obras como Madame Bovary o Las flores del mal una época: la modernidad.
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