Si existe un objeto que representa al siglo XX este es el espejo que se contempla a sí mismo: un espejo frente a otro que erige una realidad inasible e infinita en un espacio finito. Borges construyó su poética a la sombra de un bosque de espejos, Jean Genet (1910-1986) a la de un barrizal. El Balcón (1956) es una obra articulada a través de un juego de espejos cuyo reflejo salpica al propio público. Los clientes que asisten al prostíbulo representan sus fantasías delante de un espejo, mientras que Madame Irma los espía junto a sus invitados a través del falso espejo. A su vez nosotros ejercemos de privilegiados fisgones viendo las dos caras del espejo, mientras los actores reflejan nuestras propias miserias. Es una oportunidad única para desatar al voyeur que todos llevamos dentro. El triunfo de Narciso. No apto para espíritus minimalistas y corazones Zen.
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